Todos
deben llegar a un momento crucial en su vida en el que no saben en donde carajo
están parados, o por que.
Ese
momento de mierda en el que todo se vuelve una incógnita: Tu origen, tu
ideología, tus amigos, tu novio, tu sexualidad, tu carrera, tu futuro...
Básicamente: todo lo que sos.
Se
que ahora soy una nada, no llego ni a ser el principio de una oruga por
convertirse en mariposa. Ni la hoja que sostiene a la oruga. Ni nada.
No
puedo pedirle mas a mi autoestima, y menos en estos días, en los que la lluvia
me ha recordado a cada maldito segundo, que mi vida va transformándose
lentamente en una cagada.
En
una inútil, corriente y aburrida cagada.
La
carrera, veamos, que aburrimiento. Me enferma ser tan crédula de Hollywood, y
haber pensado toda mi adolescencia que la Universidad iba a ser el escape
perfecto lejos de casa, en el que no me costaría estudiar y viviría de fiesta
en fiesta, con un buzo de Harvard y una habitación compartida en la que se
harían mas fiestas; una fantasía vagamente igual a la Nacional de San Juan,
donde había fiestas por doquier de bandas insípidas que decían ser de rock, sin
distintivos de nada, mas que de pedorros centros estudiantiles color vomito y
unos noventa pelotudos que te veían como una posible amenaza o futura
competencia laboral. Si, definitivamente lo que había estado esperando tantos
años.
Mejor afuera que adentro.
En
octubre, decidí alejarme para ver las cosas desde otra perspectiva.
Letras
me estaba aburriendo, iba a clases por costumbre, para mentirme a mi misma,
pretendiendo ser esa universitaria intelectual que sabia mucho de literatura.
Estaba en piloto automático. Lo único que adoraba de la facultad era que por
primera vez en mi vida, era socia de una biblioteca y podía llevarme los libros
que quisiera. Para jamás terminarlos de leer. (a algunos)
Yo
y mi manía por dejar las cosas inconclusas: Uno de los defectos propios que mas
detesto, pero al mismo tiempo agradezco, porque es algo que me hace saber que
si termine algo, es porque verdaderamente me apasiono hacerlo. Un libro, una
torta…Un amor.
Fue
detestable escuchar las criticas ajenas hacia mi decisión. Cuando comentaba mi
abandono de carrera, no era para que alguien opinara al respecto, si no para
que supieran que no pensaba seguir haciendo algo que me aburría que me
decepcionaba y sobre todo, que no me apasionaba.
Ojo,
eh? Siempre adore leer. Y escribir es lo mas hermoso del mundo, pero si hay
otra cosa que adoro es la libertad y no pensaba encerrarme a escribir textos
basados en las ideas de Jakobson o Saussure. ¡¿Por qué?! ¿Por qué acoplarme a
ese modelo cuando podía escribir sobre lo que se me cantara sin que me
bocharan? ¿Por qué seguir reglas para escribir, mas que las de la Diosa
Ortografía? Si al final de cuentas, la escritura es solo amor, y en el amor
todo se vale.
Seguir
ese sistema educativo, era lo mismo que poner mis ideas en un ataúd para
después enterrarlo. No way. Era lo mismo que matarme en vida, para que me
convirtiera en una de ellas, esas profesoras estiradas que se creían lo mejor
del mundo y no eran mas que viejas chotas que hacia mucho que no tenían una
alegría.
Siempre
me dije que si quería ser odiada, me convertiría en política o profesora. No
necesitaba ser mas odiada. Con mi madre ya tenia suficiente. Se
escandalizó cuando le dije que iba a abandonar y como siempre, me recalco que
si me hubiese metido en la secundaria que ella había elegido para mi, hoy seria
una profesional. Oh, si. Definitivamente, ella tiene un concepto de
“profesional” muy diferente al mio. No creo que ser una triste profesora de
bellas artes, lo sea, y mucho menos en una provincia estructurada en la que
mencionar la palabra arte era como hablar de Lord Voldemort
en el mundo de Harry Potter.
Justo
ahí es cuando pensaba, que si no viviera en este pueblucho, seria muy feliz,
aunque estuviera completamente sola. Nunca le tuve miedo a la soledad, desde
chica me acostumbraron a sobrellevarla muy bien.